jueves, 7 de agosto de 2008

Uno de política

El 21 de agosto de 1645, escribe Quevedo a un amigo:

Muy malas nuevas escriben de todas partes y muy rematadas, y lo peor es que todos lo esperaban así. Esto, señor don Francisco, no sé si se va acabando ni si se acabó. Dios lo sabe: que hay muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada sino un vocablo y una figura.

(Quevedo muere pocos días después, el 8 de septiembre.)


Dice José Luis Abellán en su extensa si no profunda Historia Crítica del Pensamiento Español (IV.A.III):

Aquí encontramos una de las tragedias de la historia moderna de España: el tener que vivir de hecho bajo una forma política -el Estado- en la que, sin embargo, no cree teóricamente [...] en ello encuentra también muchas veces explicación la ambivalencia que nos es consustancial a lo largo de nuestra historia política: o una afirmación nacionalista a ultranza de carácter reaccionario, o un ejercicio muy débil del poder, alimentado por la mala conciencia de unos políticos que hacen algo en lo que no creen.

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