sábado, 17 de julio de 2010

El futuro del sistema de pensiones en España (I)

Aunque pueden ser otros quienes decidan que los días de un anciano han acabado, la solicitud de morir suele venir de él mismo. El homicidio debe ser llevado a cabo por un pariente, para impedir posibles venganzas. Si el infanticidio es aceptado de forma natural, no ocurre así con el senilicidio y el invalicidio; los vínculos emocionales construidos a lo largo de los años no se cortan con tanta facilidad, y no es infrecuente que el anciano tenga que insitir en su derecho a solicitar la muerte, y que el pariente sea compelido a cumplir con su deber.
Weyer registra un ejemplo conmovedor:

Un cazador que vivía en las islas Diómedes contó a este escritor cómo mató a su propio padre, a petición de éste. La salud del viejo esquimal se deterioraba, ya no podía contribuir como miembro del grupo tanto como pensaba que debía; así que pidió a su hijo, entonces un muchacho de unos doce años, que le afilara el gran cuchillo de caza. Luego le indicó el punto vulnerable donde debía apuñalarlo, justo encima del corazón. El muchacho hundió el cuchillo, pero el golpe no dio resultado. El anciano padre le sugirió con dignidad y resignación: "Inténtalo un poco más arriba, hijo mío". La segunda puñalada fue efectiva y el patriarca pasó al reino de las sombras ancestrales.


(E. Adamson Hoebel, "The Law of Primitive Man")