lunes, 29 de noviembre de 2010

El origen de "Informática"

Como hemos dicho en otro lugar, la palabra latina fōrma, supuestamente tomada del griego morphé a través del etrusco, fue fecunda en compuestos y derivados, de los que hoy nos interesa informare.

El sentido propio de informare era, claro está, “dar forma a una cosa, moldearla”. Pero este sentido literal no es el más frecuente en latín clásico donde, de manera habitual, los que reciben la acción de “informare” son seres humanos a los que se “moldea” figuradamente, es decir, a los que se educa o instruye. Aún resuena este sentido en nuestro diccionario académico, que recoge como acepción anticuada de “información” la de “educación, instrucción” (sin embargo, en latín clásico el sentido más usual de “informatio” era el de “representación” de algo, bien por medios físicos, bien por medios intelectuales).

He aquí pues un primer deslizamiento semántico: de moldear objetos a moldear mentes. En latín medieval se produce un segundo deslizamiento. ¿Cuál será el procedimiento empleado para moldear las mentes? Las posibilidades son muchas, pero en una de ellas fijó su atención el caprichoso espíritu de la lengua: en la de proporcionarles nuevos conocimientos, es decir, “informar”.

“Informatio” y sus formas romanceadas (en castellano, “información”) son frecuentísimas desde tempana fecha. Por ejemplo, leemos en la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar (1480):

E para más clara información de los que leyeren esta Crónica, es de saber que entre los criados que el rey don Enrique tovo fué [...]

El Diccionario de Autoridades (1734) recoge puntualmente este sentido:

Informar. Vale también dar noticias a alguno o ponerle en el hecho de alguna cosa .
Información. El acto de informarse o informar de algo.


Más exactamente dice la edición de 1803 que “información” es “la acción o efecto de informar o informarse". Pero el sentido de “información” como materia o sustancia no se recoge hasta 1984:

"Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia determinada. Conocimientos así comunicados o adquiridos."

Y, precisamente en este mismo año 1984, aparece por vez primera en el diccionario académico la palabra “Informática”:

Conjunto de conocimientos científicos y técnicas que hacen posible el tratamiento automático de la información por medio de calculadoras electrónicas.

Y así llegamos finalmente al objeto de esta entrada: el origen de la palabra “informática”. Pese a que algunos lo siguen discutiendo, sabemos quién fue su progenitor: el ingeniero francés Philippe Dreyfus; y cuál fue su año natal: 1962. En el libro “La Techno-science en question : eléments pour une archéologie du XXe siècle”, publicado en 1990 y escrito por Philippe Breton, Alain-Marc Rieu y Franck Tinland podemos encontrar las palabras del mismo M. Dreyfus, quien describe así su invención:

Justamente, no había ningún nombre, esto es lo que me molestaba, por esto creé la palabra “informática”, se hacía cálculo numérico, estaban los ingenieros electrónicos pero yo no hacía nada de electrónica, y cuando me preguntaban qué es lo que yo hacía, decía, soy ingeniero, construyo calculadoras electrónicas, no, pero no las construyo, de hecho los programo, la gente no sabía, no había un témino... me pregunté qué había de específico en los ordenadores... la palabrá que resultó juntaba “información” y “automática.”

Según estos autores,

... las dos primeras salidas oficiales de la palabra son un artículo del periódico Le Monde fechado el 2 de mayo de 1962 y escrito por el mismo Dreyfus, precedido del registro en marzo del mismo año del nombre de una de las filiales de la Société d’Economie et de Mathématique Appliquée, la Société d’Informátique Appliquée...

Pese a algunas polémicas y frente a la oposición de algunos científicos e ingenieros, la palabra triunfó en Francia y no solo allí; por ejemplo, en España se adoptó rápidamente, según afirma un testigo presencial (Antonio Vaquero: La lengua española en el contexto informático.)

Y de esta manera el círculo léxico se cierra, volviendo las cosas a su origen: si informare significaba “moldear” objetos, hoy la Informática moldea todo lo que nos rodea: las comidas que comemos, las páginas que leemos... y la vida que queremos vivir.

martes, 19 de octubre de 2010

Morphé, Forma, Shape

Contra lo que algunos lingüístas del s. XIX mantuvieron, los modernos opinan que la palabra griega morphé (μορφή) no procede de ninguna raíz indoeuropea conocida. Sea como fuere, desde los primeros testimonios literarios encontramos morphé con el significado de “forma armoniosa, bella” y, en general, “forma”. Este último es el que tiene el elemento compositivo “morfo”, tan presente en el léxico científico (“morfología”, “isomorfo”, “polimorfismo”) y aún en el común (“amorfo”). Más curiosas son otras derivaciones de morphé: por ejemplo, de aquí proviene el nombre del dios de sueño Morfeo (Μορφεύς), así llamado por las “formas” que hace aparecer ante quien duerme. Como dice Ovidio en sus Metamorfosis -por cierto, he aquí otro compuesto de morphé- Morfeo es artesano e imitador de la figura. Y de Morfeo, pasados dieciocho siglos desde Ovidio, el farmacéutico alemán Friedrich Sertürner sacó el nombre para la morfina, que tantos dolores ha aliviado.

La palabra latina correspondiente a morphé es fōrma. A simple vista se aprecia el parecido entre ambas; sin embargo, por ciertos detalles técnicos el préstamo directo es sumamente improbable, por lo cual los sabios suponen que los latinos tomaron fōrma del etrusco (siempre tan socorrido para explicar lo que no sabemos explicar del latín), que a su vez habría tomado el préstamo del griego. Entre otros sentidos de fōrma destaca el de “molde”, por ejemplo, el molde de los quesos. ¿Quién podría suponer que el francés fromage tuviera este origen? Aunque lo veremos más claro si consideramos el italiano formaggio o el catalán formatge. De derivados latinos de fōrma ha tomado el español, entre otras palabras, formal, fórmula y conforme; y también informar, la historia de cuyos deslizamientos semánticos merece entrada propia. Formosus era en principio “hecho (bien) en el molde” y de ahí “bello” y nuestro hermoso.

Según las reglas de la gramática histórica fōrma debió dar en castellano horma y, en efecto, la dió. La palabra está atestiguada desde el s. XV y es de suponer que se empleara bastante antes; sin embargo, su uso es muchísimo menos frecuente que el de la palabra latina original y se restringió enseguida para designar el concepto de “molde”, y aún dentro de éste, especialmente el de sombreros o zapatos.

La palabra inglesa shape, al contrario de lo que ocurre con morphé y fōrma, proviene claramente de una raíz indoeuropea, muy productiva en germánico, en latín y en griego. Se trata de *(s)kep-, que se asocia a las ideas de “cortar” y “raspar”. En germánico dió *skap-, de donde el antiguo inglés sceppan (dar forma) y gesceap (forma), y de ésta finalmente shape, que encontramos desde el s. XV.

Como se ve, los antiguos germanos daban forma a las cosas con el hacha (palabra que proviene una variante sin “s” de esta misma raíz, a través del fráncico *happja y el antiguo francés hache). Los griegos preferían raspar o cavar; de la variante *(s)kabh- formaron skapto (σκάπτω), “cavar” y skaphe (σκάφη), “cosa en forma de hoyo”, palabra que designaba bañeras, cunas y barcos y de la que salen nuestros compuestos cultos batiscafo (barco para las profundidades) y escafandra (hombre barco).

Acabaremos citando un curioso pariente de shape. De otra variante de *(s)kep- proviene el neerlandés medio kappen “cortar” y de él el antiguo francés chapuis, “pedazo de madera”, de donde nuestro hispánico chapuz o chapuza. Ved qué extraños caminos tiene el lenguaje: de shape a chapuza hay apenas dos o tres pasos...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Que inventen ellos

Cervantes describe como nadie la desesperación de quien busca una demostración y no la halla:

Bien han exagerado vuesas mercedes sus desgracias -dijo a esta sazón el matemático-; [...] más, ¿qué diré yo de la mía, que es tan sola que no tiene dónde arrimarse? Veinte y dos años ha que ando tras hallar el punto fijo, y aquí lo dejo y allí lo tomo; y, pareciéndome que ya lo he hallado y que no se me puede escapar en ninguna manera, cuando no me cato, me hallo tan lejos dél, que me admiro. Lo mismo me acaece con la cuadratura del círculo: que he llegado tan al remate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no la tengo ya en la faldriquera; y así, es mi pena semejable a las de Tántalo, que está cerca del fruto y muere de hambre, y propincuo al agua y perece de sed. Por momentos pienso dar en la coyuntura de la verdad, y por minutos me hallo tan lejos della, que vuelvo a subir el monte que acabé de bajar, con el canto de mi trabajo a cuestas, como otro nuevo Sísifo.

Quizás debamos decir que Cervantes pone a este matemático en un hospital, internado como loco, junto con un poeta, un alquimista y un arbitrista (a éste último lo llamaríamos en nuestros días economista). Vanidad de vanidades...

domingo, 26 de septiembre de 2010

Shijing, nº 141

Shijing, nº 141

     Espinos cabe las tumbas,
el hacha los cortará.
Aquel hombre no es honrado,
todos lo conocen ya.
Conociéndolo, no muda,
¿quién puede así perdurar?


     Ciruelos cabe las tumbas,
los búhos pósanse allá.
Aquel hombre no es honrado,
coplas avisos le dan.
Lo avisan, pero no atiende;
cuando caiga atenderá.

lunes, 30 de agosto de 2010

CLIENTE-SERVIDOR (II)

En un envío anterior hemos divagado alrededor de la palabra cliente. En este consideraremos su compañera servidor.

El servidor castellano existe desde los primeros balbuceos de la lengua. Del servire latino heredamos nuestro servir, y a partir de él formamos el correspondiente sustantivo agente "servidor" (en latín clásico se decía más bien servus, que dio siervo en español).

"Servidor", según el Diccionario de Autoridades (1739) significa "el que sirve como criado". También "el que corteja o festeja alguna dama".Y "en estilo cortesano llaman al que se ofrece a la disposición u obsequio de otro". Por último, "significa también el bacín o servicio".

En 1914 se reescribe la segunda de las acepciones anteriores: "Nombre que por cortesía y obsequio se da a sí misma una persona respecto de otra," que en 1984 se complementa con "fórmula de cortesía que suele usarse como despedida en las cartas", y en 1985 con "expresión con la que una persona contesta humildemente a otra, para evitar decir yo."

En inglés, serve aparece a finales del s. XII, tomado del antiguo francés servir, con el sentido de "rendir obediencia habitual". El significado "atender a un cliente" aparece en el siglo XIV, así como "servir la mesa".

En cuanto a server, los significados que suelen recoger los diccionarios son "utensilio usado para servir comida o bebida", "jugador que sirve al comenzar un tanto" y "persona cuya ocupación es atender a la mesa, como en los restaurantes." Probablemente a partir de este último se desarrollo el sentido informático que ahora recoge el diccionario académico en una enmienda:

Inform .Unidad informática que proporciona diversos servicios a computadoras conectadas con ella a través de una red.

Imaginemos, pues, a los servidores web con delantal o chaquetilla, preguntándonos amablemente: "¿Qué va a ser?" Aunque muchas veces su funcionamiento nos evoque más bien aquel otro significado que recogen nuestros diccionarios: "vasos para excrementos mayores".

Shijing, nº 13

Shijing, nº 13

     Hela cogiendo artemisa
de la islilla y del estanque.
Hela aquí que la dedica
del buen conde a los afanes.


     Hela cogiendo artemisa
en los arroyos del valle.
Hela aquí que la dedica
del buen conde a los lugares.


     Bien holgadas son sus tocas,
en palacio hasta la tarde.
Espaciosas son sus tocas,
a su alcoba tornaráse.



Dice Wiley:
“Poco después de la boda, la esposa era presentada solemnemente a los antepasados del marido. Es este rito, y no la llegada de la novia desde la casa de su padre, lo que realmente constituía el matrimonio desde el punto de vista religioso [...] Debe notarse que la novia lleva una peluca o cubrecabeza de pelo falso. Éste se llevaba únicamente mientras se estaba dando culto a los antepasados.”

Otros dicen, más prosaicamente, que la dama recolecta artemisa para alimentar los gusanos de seda....

domingo, 29 de agosto de 2010

Eneida V, 864-871

Los escollos, en verdad, de las Sirenas
estaban ya próximos, riesgo de antaño,
y blancos de huesos de tantos, y roncas
las rocas resuenan allá con la mar
insistente, cuando Eneas percibió
que la nave de las olas a merced
flotaba, perdido el piloto; y él mismo
la dirige por las olas de la noche
y grandes gemidos exhala, el espíritu
agitado por la muerte del amigo.
¡Demasiado confïado en lo sereno
del mar y del cielo, desnudo en harenas
ignoradas yacerás, oh Palinuro!

sábado, 17 de julio de 2010

El futuro del sistema de pensiones en España (I)

Aunque pueden ser otros quienes decidan que los días de un anciano han acabado, la solicitud de morir suele venir de él mismo. El homicidio debe ser llevado a cabo por un pariente, para impedir posibles venganzas. Si el infanticidio es aceptado de forma natural, no ocurre así con el senilicidio y el invalicidio; los vínculos emocionales construidos a lo largo de los años no se cortan con tanta facilidad, y no es infrecuente que el anciano tenga que insitir en su derecho a solicitar la muerte, y que el pariente sea compelido a cumplir con su deber.
Weyer registra un ejemplo conmovedor:

Un cazador que vivía en las islas Diómedes contó a este escritor cómo mató a su propio padre, a petición de éste. La salud del viejo esquimal se deterioraba, ya no podía contribuir como miembro del grupo tanto como pensaba que debía; así que pidió a su hijo, entonces un muchacho de unos doce años, que le afilara el gran cuchillo de caza. Luego le indicó el punto vulnerable donde debía apuñalarlo, justo encima del corazón. El muchacho hundió el cuchillo, pero el golpe no dio resultado. El anciano padre le sugirió con dignidad y resignación: "Inténtalo un poco más arriba, hijo mío". La segunda puñalada fue efectiva y el patriarca pasó al reino de las sombras ancestrales.


(E. Adamson Hoebel, "The Law of Primitive Man")

miércoles, 21 de abril de 2010

Shijing, nº 6

Shijing, nº 6

     Muy frondoso es el durazno,
rozagantes son sus flores.
Esta niña que marida
bien su casa tendrá en orden.


     Muy frondoso es el durazno,
de frutos es abundante.
Esta niña que marida
de su casa cuidar sabe.


     Muy frondoso es el durazno,
lozanas sus hojas verdes.
Esta niña que marida
bien de su familia atiende.


Es el primer poema analizado por Marcel Granet en Fêtes et chansons anciennes de la Chine (1919). Granet afirma que es una de las odas menos distorsionadas por la interpretación tradicional. Se trata de una sencilla canción de boda que asocia la idea de matrimonio con el esplendor del melocotonero.

     

martes, 13 de abril de 2010

Shijing, nº 144

Shijing, nº 144

     En el soto de Zhu, ¿por qué?
Sigo a Xia Nan.

     A los sotos de Zhu no iré.
Sigo a Xia Nan.

     Monto mis caballos, me alojo
cerca de Zhu.

     Montando y montando mis potros
almuerzo en Zhu.


El P. Elorduy aduce la asombrosa exégesis tradicional: "Los habitantes de Chen se duelen de la conducta de su señor feudal Ling porque frecuenta la viuda de un magnate. Por eufemismo dicen que va a visitar a Nan, hijo de la viuda."

martes, 30 de marzo de 2010

CLIENTE-SERVIDOR (I).

A comienzos de la década de 1980 se populariza el uso de las LAN (redes locales de ordenadores), que permiten distribuir los trabajos de cómputo entre varios ordenadores. La forma más común de hacerlo se denominó Client-Server Model o Client-Server Architecture. Es difícil saber quién fue el primero en recurrir a esta metáfora; en 1983 decían Janson, Svobodova y Maehle en las actas de SIGCOMM'83:
     The terms "server" and "client" are already well established in the field of distributed computer systems.
Quizás alguien con más conocimientos que yo pueda determinar debidamente la paternidad de la expresión... Pero no es eso de lo que queremos tratar hoy, sino de la historia de ambas palabras.

La inglesa client es la latina cliens, clientis, o sea, la castellana cliente. ¿Qué significaba cliens en latín? Difícil es explicarlo en pocas palabras, pues se refería a una institución de la sociedad romana sin equivalente contemporáneo. El cliente era un hombre libre situado en una relación de dependencia económica y política respecto a otro de categoría superior denominado patronus (patrono). En particular, el cliente no podía comparecer por sí mismo en los tribunales; el patrono debía hacerlo en su lugar.

Los latinos relacionaban cliens con el verbo clueo, cuyo sentido primero es "oír", "ser llamado". Los filólogos modernos desdeñan esa etimología popular y prefieren buscar el origen de cliens en la raíz indoeuropea *klei-, relacionada con las ideas de "inclinación, pendiente"; o bien confiesan su ignorancia y hablan de un hipotético préstamo del etrusco.

En cualquier caso, nótese que el cliente romano no estaba en la mejor situación posible. Ciertamente superior al esclavo, dependía sin embargo del patrono, a quien debía servir y obedecer. Como dice nuestro Diccionario de Autoridades (1729), cliente es
     El que está encomendado y debajo de la confianza, tutela y patrocinio de otro a quien reconoce alguna superioridad.
Esta es la única definición que aparece en el dicionario académico hasta la edición de 1869.

Lo cual no significa que la palabra cliente no se empleara en latín y en castellano con otros sentidos. Recordemos que el cliente no podía litigar por sí mismo, sino que debía hacerlo por medio de su patrono. Así pues, cuando era necesario, el patrono era "llamado" (advocatus) por su cliente para que le representara en juicio. Pero las leyes fueron complicándose cada vez más, de forma que un padre de familia cualquiera no podía conocerlas bien, sino que necesitaba la ayuda de un especialista en derecho. Y para referirse a la novedosa relación establecida entre el especialista jurídico y la persona que requería su ayuda, se recurrió a las antiguas palabras: aquel se denominó patronus o advocatus, éste, cliens.

Esto era sabido por todas las personas cultas. Por ejemplo, se lee en la "Declaración magistral sobre las emblemas de Andrés Alciato" de Diego López (1615):
     Hallo de los libros Latinos, que Cliens es el que busca al jurisconsulto, o abogado, para que le defienda, del qual es Cliente, y el es Advocato, o Patrono. Pruébase esto de Persio Sátira 3, donde para aconsejar a unos mancebos, que deprendan filosofía, y no leyes, les dice, que no tengan envidia al jurisconsulto, porque tenga en su casa muchos presentes y perniles, que le haya enviado Marso su cliente:
          Et pernae Marsi monumenta clientis.


Sin embargo la Academia no reparó en esta viejísima acepción de la palabra hasta 1869, cuando aparece definido cliente como
     El litigante, con respecto al abogado.

Ahora bien, así como el demandante de servicios de un abogado se denominaba cliente, de la misma forma pasó a denominarse a quien usaba los servicios de cualquier profesional. Este proceso se puede datar en castellano en el siglo XIX. Por ejemplo, dice Serafín Álvarez en El Credo de una Religión Nueva (1873):
     ...el trabajo del hombre que educa es semejante en esto al del médico, que procura que su cliente adquiera un temperamento mixto en que ningun principio predomine demasiado.
Y Blasco Ibáñez en La Barraca (1898):
     A los que se sentaban en el sillón de los tormentos pasábanles un pedazo de jabón de piedra por las mejillas, y frota que frota, hasta que levantaba espuma. Después venía el navajeo cruel, los cortes, que aguantaba firmemente el cliente con la cara manchada de sangre.

Este sentido se recoge en la edición de 1899 del diccionario académico:
     Respecto del que ejerce alguna profesión, persona que utiliza sus servicios.
(Los médicos se ofenden hoy cuando se habla de sus clientes; pero, con el diccionario en la mano, tenemos derecho a hacerlo.)

Mas no acaba aquí la extensión del concepto cliente. Los hablantes generalizan la idea de "cliente de abogado" a "cliente de cualquier profesional"; dando enseguida un paso más, la generalizan a "cliente de cualquier negociante o comerciante". Y así se puede leer en El Practicón. Tratado completo de cocina de Ángel Muro (1891-94):
     La coloración del caldo en el puchero no es de absoluta necesidad, pero le da muy buen aspecto, y en la cocina industrial sirve para engañar al cliente.

Curiosamente, este último sentido, aunque contemporáneo del anterior, no se recoge hasta 1956 en el diccionario académico, y aún de forma restringida:
     Parroquiano, persona que acostumbra a comprar en la misma tienda.
Sólo en 1984 aparece la definición más general:
     Persona que compra en un establecimiento o utiliza sus servicios.

Los anglohablantes contemporáneos tienen dos palabras para estos sentidos modernos de nuestro cliente: client y customer. Al margen de otros matices, se suele decir que client es más formal y biensonante, así que no es extraño que los informáticos la prefirieran para bautizar su invento.

Hora es ya de cerrar este envío; ¿qué mejor forma de acabar que volver al punto donde empezamos? Pues el lector atento se habrá dado cuenta de que no hemos llegado a definir qué sea eso de un cliente informático. Por fortuna, la tarea es fácil. Dando otra prueba de su interés por las nuevas tecnologías, la Academia nos la da hecha con esta acepción recientemente añadida a su diccionario:
     Inform. Programa o dispositivo que solicita determinados servicios a un servidor del que depende.

¿Se reconocería el plebeyo romano del s. -VI en esta definición?

lunes, 29 de marzo de 2010

Shijing, nº 67

Shijing, nº 67

Gran contento ha mi señor,
su izquierda ase el caramillo.
Su derecha me llama a la sala,
¡cuán grande es el regocijo!

      Gran contento ha mi señor,
su izquierda ase el abanico.
Su derecha me llama al paseo,
¡cuán grande es el regocijo!


Como dice García-Noblejas, el huáng (aquí traducido por "caramillo") era un pequeño órgano manual, formado por una serie de cañitas de bambú de distintas longitudes. En cuanto al dào (aquí traducido por "abanico") era un haz de plumas de ave, generalmente de faisán, que los varones empleaban en danzas y bailes.

jueves, 25 de febrero de 2010

De los nombres de árboles en español

Un pequeño grupo de palabras son de origen desconocido; probablemente las hemos heredado de los más antiguos habitantes de la Península, anteriores a celtas y romanos. Entre ellas se encuentran álamo, coscoja y madroño. Especial interés ofrece pinsapo; se conjetura una forma *sappus -quizá céltica- que habría originado también el francés sapin.
Otros nombres provienen inequívocamente de ciertas raíces que los pueblos indoeuropeos emplearon para denominar especies arbóreas.
De *perkwo- sale el latín quercus, de donde (pasando por el mozárabe y el árabe hispánico) nuestro rotundo alcornoque. Notemos que la misma raíz a través del germánico ha dado en inglés fir, que nombra un árbol bien distinto; esta evolución divergente es frecuente en los nombres de árboles.
De *bhago- sale el latín fagus y finalmente nuestra haya. De esta raíz también proviene el inglés beech.
Sin embargo, la raíz *derwo- o *dru- (empleada para designar el
roble, árbol sagrado, y que en inglés ha dado el nombre genérico tree), no se conserva en ninguno de nuestros nombres de árbol.
La raíz *pi- refiere a los significados "gordo", "grasa", "viscosidad". Por ello también se empleó para designar el resinoso pinus. De pix se ha tomado el cultismo pícea.
La raíz bhereg-, "brillante, blanco" fue empleada desde el origen para designar al árbol blanco por antonomasia. Este árbol en latín fue el fraxinus, de donde nuestro fresno, pero en germánico fue el *birkjon, o sea, el inglés birch. Para nombrar este último el latín y el céltico recurren a la raíz propia *betu(l)l-, de donde nuestro abedul.
También indicaba un cierto color la raíz *reudh-, "rojo", de donde el latín robur, rojizo, que sirvió para denominar al quercus robur, y de ahí nuestro roble. De una variante de la raíz *sal-, "gris, sucio", proviene el latín salix, salicis, de donde el castellano sauce. Y de la raíz *el-, empleada para formar diversos nombres de seres de color "rojizo", "marrón", se formó el ulmus, de donde nuestro olmo; y quizás también nuestro aliso, a través de un hipotético germánico *aliz.
De la raíz *wei-, "doblar, torcer", sale el latín vimen, viminis y de éste el castellano mimbre (antiguamente, vimbre) y mimbrera. Notemos que de la misma raíz *wei- procede la latina vitis, o sea, nuestra vid.
De la raíz *pele-, "llano, extendido", proceden palma y palmera. De su variante *plat- se formó el griego platanos, tomado como préstamo por el latín platanus y el castellano plátano.
Muchos otros nombres latinos han sido heredados por el castellano desde los comienzos del idioma. Entre ellos podemos citar ilex, ilicis, de donde *ilicina, de donde nuestra encina; abies, de donde el aragonés y catalán avet y nuestro abeto; populus, vulgarmente *ploppus, de donde chopo; cupressus o cypressus, de donde ciprés; juniperus, vulgarmente jiniperus, de donde enebro; oliva (relacionado con el griego elaia), de donde olivus y olivo; y
taxus, de donde tejo. De tilia proviene el francés antiguo til y finalmente nuestro tilo.
El cedro no es autóctono en Castilla; pero ya en la Edad Media se tomó la palabra del latín cedrus, que era también préstamo del griego kedros.
Los árboles frutales suelen formar sus nombres castellanos a partir de los de sus frutos. Del latín ficus se formo higo, del cual se derivó higuera; de morum, pirum y sorbum salieron mora, pera y serba y de estas moral, peral y serbal. Análogamente, de la raíz indoeuropea *kneu-, "nuez", proviene el latín clásico nux, nucis, y de éste nucalis y nogal.
Los romanos adoptaron muchos nombres griegos para frutas y frutales. Por ejemplo, cerezo y cereza vienen del latín vulgar ceresia, clásico cerasium, préstamo del griego kerasion y posiblemente originado de una raíz indoeuropea *ker-. Almendro y almendra vienen del latín vulgar amindula, clásico amygdala, tomado del griego amygdale. Níspero viene del latín vulgar nespirum, clásico mespilum, tomado del griego mespilos. Castaño viene del latín castanea y este, según la opinión más común, del griego kastanion.
Más compleja es la historia de otros nombres frutales. Albaricoquero, de albaricoque, procede en primera instancia del árabe burquq, el cual quizás provenga a través del griego del latín persica praecocia, es decir, "melocotones precoces", lo cual finalmente nos llevaría a la raíz indoeuropea *pekw-, "madurar, cocer".
Ciertas frutas han tomado sus nombres de los adjetivos que calificaban a las palabras latinas nux "nuez", pruna "ciruela" o malum "manzana, fruta en general". Así, avellana es la latina nux abellana, es decir, "nuez de Abella", ciudad donde se cultivaba. Ciruela es la latina cereola pruna, es decir, "ciruela del color de la cera". Manzana es la latina malum mattianum, es decir, "manzana de Matto", llamada así en honor del tratadista Cayo Matto. Melocotón es la latina malum cotoneum, que era la denominación del membrillo. Cuya etimología, por cierto, es también complicada: viene de un cruce de los latinos melimelum "manzana muy dulce" y melomeli "dulce de membrillo", que a su vez son dos compuestos diferentes de las palabras griegas meli (miel) y melon (fruta, manzana).
Como puede observarse, la mayoría de nuestros árboles conservan los nombres latinos. Unos pocos, sin embargo, han adoptado denominaciones arábigas: acebuche, del árabe hispánico (no clásico) zebbug, posiblemente bereber; alerce, de 'arz, "cedro"; algarrobo, de harrubah (y éste del persa har lup, "quijada de burro"); y almez y almecino, de mays.
En cuanto a árboles frutales, debemos a los árabes nuestros limonero y naranjo, formados a partir de los nombres de sus respectivos frutos, que en árabe son laimun y narang. El primero viene del persa limu, y este del sánscrito nimbu; el segundo, del persa narang, y este del sánscrito naranga.
Por último, citemos algunos árboles alóctonos presentes en nuestros parques y huertos, cuyos nombres son deformaciones de los recibidos en sus hábitats originarios, o bien se deben a la imaginación de los botánicos: la austral araucaria, que recuerda el Arauco de donde procede; el bello magnolio, así denominado por Linneo en honor del botánico Magnol; el japonés caqui; la gigante secoya, cuyo nombre procede en último
término -según Corominas, de quien hemos obtenido la mayor parte de lo aquí dicho- del nombre de un indio cheroqui; y la olorosa tuya, cuyo nombre se tomó (a través del francés) del griego thyia, que designaba cierta planta aromática, y se remonta a la raíz indoeuropea *dheu-, "vapor, humo" (de la cual procede también tomillo).

domingo, 7 de febrero de 2010

Shijing, nº 31

Shijing, nº 31

Cuando suenan atabales
brinco y salto con mis armas.
Ponen muro a las ciudades,
a mí sólo ir al Sur mandan.

En pos de Sun Zizhong vamos
a conquistar Chen y Song.
No volveremos, acaso;
triste llevo el corazón.

Aquí acampo, aquí me alojo,
aquí huyeron los caballos.
Por el monte en lo más hondo,
allí habremos de buscarlos.

En la vida y en la muerte
acá o allá, estoy contigo.
De la mano he de cogerte,
envejeceré contigo.

Suspiros al partir, ¡ay!
¡ay de mí, que ya no vivo!
Suspiros, ¡ay!, en verdad,
¡ay de mí, que no confío!


Es claro que se trata del lamento de un soldado enviado a una guerra entre estados feudales.
La penúltima estrofa es, dicen, una expresión típica de los votos matrimoniales. Algunos interpretan que la pronuncia el soldado, añorando a su esposa; otros, que la dice la esposa; por último, no falta quien piensa que se trata de un juramento de lealtad entre camaradas de armas: como razona Granet, siguiendo a antiguos comentadores, la lengua antigua no distinguía entre camarada y esposo, entre vasallo fiel y esposo fiel, entre amigo y amante.

La última estrofa es especialmente misteriosa. Cada traductor la interpreta a su manera:

!Ah! Nuestra ausencia se prolonga.
Ella no vive aquí a mi lado.
¡Ah! Estamos muy distanciados.
No nos es posible guardar la fidelidad prometida. (Elorduy)

Hélas! pour le temps d'une longue séparation! La vie nous est enlevée. Hélas! nos engagements! Il nous est impossible de les remplir. (Couvreur)

Oh, how far away, you do not keep me alive (i. e., support me); oh, how far apart, you do not continue with me (i. e., go on living with me). (Karlgren)

Alas for our bond!
It has not lasted even for our lifetime.
Alas for our troth!
You did not trust me (Waley)


     

domingo, 24 de enero de 2010

Shijing, nº 33

Shijing, nº 33

Volando van los faisanes,
con sus plumas y sus alas.
¡Ay! Mi propio corazón
estos dolores me causa.
Volando van los faisanes,
arriba y abajo cantan.
¡Ay! Mi señor, en verdad,
pesar me puso en el alma.
Veo otro día y su noche,
pensativa y apenada.
Dicen que el camino es largo.
¿Cuándo dirán su llegada?
De vosotros, caballeros,
la virtud es ignorada.
Quien ni envidia ni codicia
es bueno, ¿quién lo negara?


Dice Couvreur: "La femme d'un officier loue le calme, le dévouement de son mari, et soupire après son retour. Elle souhaite qu'il s'abstienne de tout mal, afin que le ciel le protège et le ramène sain et sauf."
Sea como fuere, los dos versos finales son citados en las Analectas 9.27 por Confucio, quien afirma que hace falta algo más para ser perfecto.