Cervantes describe como nadie la desesperación de quien busca una demostración y no la halla:
Bien han exagerado vuesas mercedes sus desgracias -dijo a esta sazón el matemático-; [...] más, ¿qué diré yo de la mía, que es tan sola que no tiene dónde arrimarse? Veinte y dos años ha que ando tras hallar el punto fijo, y aquí lo dejo y allí lo tomo; y, pareciéndome que ya lo he hallado y que no se me puede escapar en ninguna manera, cuando no me cato, me hallo tan lejos dél, que me admiro. Lo mismo me acaece con la cuadratura del círculo: que he llegado tan al remate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no la tengo ya en la faldriquera; y así, es mi pena semejable a las de Tántalo, que está cerca del fruto y muere de hambre, y propincuo al agua y perece de sed. Por momentos pienso dar en la coyuntura de la verdad, y por minutos me hallo tan lejos della, que vuelvo a subir el monte que acabé de bajar, con el canto de mi trabajo a cuestas, como otro nuevo Sísifo.
Quizás debamos decir que Cervantes pone a este matemático en un hospital, internado como loco, junto con un poeta, un alquimista y un arbitrista (a éste último lo llamaríamos en nuestros días economista). Vanidad de vanidades...
miércoles, 13 de octubre de 2010
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