Los escollos, en verdad, de las Sirenas
estaban ya próximos, riesgo de antaño,
y blancos de huesos de tantos, y roncas
las rocas resuenan allá con la mar
insistente, cuando Eneas percibió
que la nave de las olas a merced
flotaba, perdido el piloto; y él mismo
la dirige por las olas de la noche
y grandes gemidos exhala, el espíritu
agitado por la muerte del amigo.
¡Demasiado confïado en lo sereno
del mar y del cielo, desnudo en harenas
ignoradas yacerás, oh Palinuro!
domingo, 29 de agosto de 2010
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