... y que les recuerda el conde José de Maistre desde su exilio en San Petersburgo.
En los vastos dominios de la Naturaleza viviente reina una violencia manifiesta, una especie de rabia prescrita que arma a todos los seres "in mutua funera" [para su mutua destrucción]; desde que abandonáis el reino de lo insensible encontráis el decreto de la muerte violenta escrito en las mismas fronteras de la vida. Ya en el reino vegetal se empieza a sentir la ley: desde la inmensa catalpa a la más humilde de las gramíneas, ¡cuántas plantas mueren y cuántas son muertas! Pero desde que entráis en el reino animal la ley adquiere de repente una espantosa evidencia. Una fuerza, a la vez escondida y palpable, se muestra ocupada de continuo en poner al descubierto por medios violentos el principio de la vida. En cada una de las grandes divisiones de la especie animal ha escogido cierto número de animales y les ha encomendado devorar a los demás: hay insectos de presa, aves de presa, peces de presa y cuadrúpedos de presa. No hay un instante en que un ser vivo no sea devorado por otro. Y por encima de estas numerosas razas de animales está situado el hombre, cuya mano destructora no olvida nada de lo que vive: mata para alimentarse, mata para vestirse, mata para adornarse, mata para atacar, mata para defenderse, mata para instruirse, mata para divertirse, mata por matar. Rey soberbio y terrible, lo necesita todo y nada se le resiste [...] ¿Y esta ley se detendrá ante el hombre? Sin duda que no. ¿Y qué ser exterminará al que extermina a todos? Él. Es el hombre quien está encargado de degollar al hombre [...] ¿No oís a la tierra que grita y reclama sangre? La sangre de los animales no le basta [...]
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