sábado, 8 de enero de 2011

Autómatas

Autómatas

Ya hemos contado cómo informática viene de información automática, y también el origen de la palabra información . Para completar el cuento, faltaría hablar acerca de automático; eso es lo que en este envío pretendemos hacer. “Automático”, obviamente, es el adjetivo correspondiente a “autómata”, así que estudiaremos la historia de esta última palabra.

De una raíz indoeuropea *men-, asociada a las actividades espirituales tanto intelectivas como volitivas, hacen derivar los sabios muchas palabras de las lenguas actuales, entre ellas el inglés mind y el castellano mente. En griego, entre otros términos, contribuyó a formar el adjetivo αὐτόματος (“automatos”), cuyos elementos son de una parte el bien conocido “auto-” y de otra “-matos”, que significaría “relativo al espíritu”; dando como significado conjunto “que actúa por sí mismo, por propio impulso”, “espontáneo”, “casual” (en viejos diccionarios se puede encontrar, sin embargo, otra derivación: “-matos” correspondería a μαίομαι “maiomai”, perseguir).

Cuando automatos se aplica a cosas, el sentido predominante es el primero de los arriba citados. Y así leemos en la Ilíada que “las autómatas puertas del cielo rechinaron” (5.749) o que Vulcano construía trípodes “para que aquellos autómatos pudiesen entrar en la asamblea divina...” (18.376)

Nada más natural que sustantivar el adjetivo y emplear su forma neutra (automaton, latinizado automatum) para designar máquinas accionadas por otra fuerza que la de los esclavos. No me resisto a citar un texto de Suetonio, quien en su Vida de Claudio , 34 dice de este emperador que

Bestiaris meridianisque adeo delectabatur, ut et prima luce ad spectaculum descenderet et meridie dimisso ad prandium populo persederet. Praeterque destinatos etiam leui subita que de causa quosdam committeret, de fabrorum quoque ac ministrorum atque id genus numero, si automatum uel pegma uel quid tale aliud parum cessisset.

es decir

Gustábale tanto ver las luchas de los gladiadores llamados bestiarios y los combates del mediodía, que iba a sentarse en el anfiteatro desde el amanecer y permanecía allí hasta durante el mediodía cuando el pueblo se retiraba a comer. Además de los gladiadores de profesión, hacía bajar a la arena, con el pretexto más ligero e imprevisto, a los obreros y gentes de servicio que se encontraban allí, si se descomponía un autómato, un resorte u otra cosa cualquiera.

Es de suponer que los mecánicos del Circo cobraran un buen plus de peligrosidad.

Volviendo a nuestra historia, diremos que tanto el adjetivo como el sustantivo pasaron a las lenguas modernas, en las que están atestiguados desde el s. XVI. Por ejemplo, el Diccionario Histórico de la Academia recoge una aparición del sustantivo “autómato” en la traducción castellana que de Vitrubio publicó Urrea en 1583:

... inventó las máchinas hydráulicas, que son instrumentos músicos de agua, y el exprimir de las aguas, y los autómatos del porrecto

Y en francés, Rabelais emplea el adjetivo en el Gargantue:

Bastissoient plusieurs petitz engins automates, c'est à dire soy mouvans eulx mesmes

es decir

Idearon mil maquinitas autómatas, es decir, que se movían por sí mismas

Durante los siglos XVII y XVIII, siglos de racionalismo y de mecanicismo, la construcción de máquinas que se movían por sí mismas fue una actividad a la que se dedicaron muchos esfuerzos; y el concepto sedujo a filósofos y pensadores tan ilustres como Descartes

Quid autem video praeter pileos et vestes, sub quibus latere possent automata? (Meditationes de prima philosophia, med. 2)
(Pues, ¿qué veo más allá de sombreros y vestidos, bajo los cuales podrían esconderse autómatos?)

como Spinoza

... verba Psittaci, vel automati, quae sine mente, et sensu loquuntur. (Tractatus theologico-politicus, cap. XIII)
(... las palabras del loro, o del autómato, que sin mente y sin sentido hablan.)

o como Pascal

Il ne faut pas se méconnoître, nous sommes automate autant qu'esprit. (Pensées, 252)
(No conviene equivocarse respecto a uno mismo; somos tanto autómato como espíritu.)

Por entonces, poco se filosofaba y pensaba en castellano. Sin embargo, podemos encontar algunas apariciones de la palabra y, en consecuencia, es recogida en el Suplemento de 1780 al Diccionario Académico :

Autómato. s. m. La máquina que tiene en sí misma el principio de su movimiento.

Hasta ahora hemos escrito siempre “autómato”. Nótese que, conforme a la etimología, la Academia establecía que la palabra debe acabar en “-o”. Pero ya en el tiempo en que se publicaba el “Suplemento”, la forma “autómata” era de empleo común; como tantas otras palabras (“estratega”, “autodidacta”), se adaptaba irreflexivamente del francés, transformando la “-e” final en “-a”; y así, “automate” se traducía por “autómata”. La Academia reconoce este uso en la edición de 1843 de su Diccionario, en la que coexisten “autómato” y “autómata”; pero desde 1869 recoge únicamente el galicismo “autómata”. ¡Así es la vida de las palabras!

¿Y en inglés? Se dice “automata”, ¿verdad? La respuesta es sí y no. La máquina que se mueve por sí misma se llama “automaton”, como manda la etimología; “automata” es su plural, como en griego y en latín. Aunque, querido lector, no te sorprendas si alguna vez encuentras escritas cosas como “the most general and powerful automata is the Turing machine” (lo acabo de leer, ¡nada menos que en Stanford!); un plural en “-a” no resulta natural para un anglohablante y, por otra parte, el conocimiento de las lenguas clásicas no es una competencia que los informáticos suelan desarrollar.

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