Del muy productivo verbo latino ágere se formó el compuesto exígere, que significa "expulsar" y muchas otras cosas (entre ellas, nuestro "exigir"); y de éste el sustantivo examen, exáminis, del que ahora nos ocupamos. Dos sentidos originarios tuvo, bien diferentes.
Por una parte, examen denotaba una "multitud de abejas con su maestra, que juntas salen de una colmena para formar otra colonia", o sea, un enjambre. Y, a poco que se piense, se caerá en la cuenta de que "enjambre" es exámine como "hombre" es hómine o "hambre" es fámine.
Los "enjambres" se mencionan desde los orígenes del castellano. Por ejemplo, así decía el Fuero de Plasencia a comienzos del s. XIV:
"Si el enxambre exier [saliere] de un corcho e en otro entrare en que sean abexas, el sennor del baso conpre el enxambre por quinta de maravedi o lo ayan a medias."
Por otra parte, examen también significaba en latín "fiel de la balanza". De aquí, "acción de pesar", "acción de medir" y finalmente "examen", "consideración".
En estos últimos sentidos pasó tempranamente como cultismo al castellano; por ejemplo, un siglo después del Fuero de Plasencia dice el "Rimado de Palacio":
Quando van a ordenarse, tanto que lleven plata,
luego pasan examen sin ninguna barata.
Vuelve junio, el mes de exámenes. Los pedagogos, tecnoeducadores y bolonios (acepción segunda) pretenden reemplazarlos por flexibles y continuas "evaluaciones". Palabra que, en última instancia, remite al valere latino, o sea, a la fuerza física. ¿Qué será más fácil: medir el peso de un alumno o su vigor?
lunes, 8 de junio de 2009
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